Se trata de morir joven, lo más tarde posible

Morir joven lo más tarde posible. Ese debería ser el objetivo de todos. Todos hemos conocido a ese fumador empedernido, bebedor incansable, trasnochador impertérrito, persona que lo «ha probado» todo… Sin miedo al descuido de la propia salud. A nadie le extrañó enterarse de que tenía un cáncer galopante.

Todos conocemos a esa persona modulada, sosa de más, un tanto ausente de su propia vida, encerrada en sí misma, casi falta de estímulos… sin alcohol, drogas, tabaco… Desarrolló el mismo cáncer. Llegaron al mismo punto en el camino a la misma edad más o menos.

Terreno abonado para el escéptico de turno. El sabelotodo. Su credo se compone de topicazos: «¿Ves? Por mucho que te cuides, llegas al mismo sitio.» Y ponen el ejemplo «Mira Juanita toda la vida en conserva y se va a morir con la misma edad que Carlos, fumador, bebedor y hamburguesero empedernido».

Y aparentemente tiene razón. Pero a poco que analizas, hace aguas su argumentación.

Se trata de morir joven, lo más tarde posible

En primer lugar, todos vamos a morir. Por lo tanto, condicionar la valoración de hábitos diarios como el deporte, la alimentación sana… a la muerte, es ventajista. Diría más: es oportunista.

Ningunear la vida saludable, la ausencia del tabaco, el comer sano y con moderación, el hacer ejercicio… a cuenta de que ninguna de estas prácticas te dará la inmortalidad es una perversión del lenguaje.

No haces deporte para ser inmortal, ni siquiera para morir más tarde, sino para oxidarte más tarde. Ningunear la vida saludable, la ausencia del tabaco, el comer sano y con moderación, el hacer ejercicio… a cuenta de que ninguna de estas prácticas te dará la inmortalidad es una perversión del lenguaje.

La promesa de una vida sana está en mantenerte joven el máximo de tiempo posible. No haces deporte para ser inmortal, ni siquiera para morir más tarde, sino para oxidarte más tarde. No comes sano para morirte más tarde, sino para vivir sin limitaciones más años. No evitas el tabaco para morirte más tarde —y mira que las estadísticas están ahí— sino para oxidarte más tarde, para mantener tu máxima capacidad pulmonar lo más que puedas.

Te morirás cuando te tengas que morir. Eso escapa a tu control. Se trata de morir joven, lo más tarde posible. Eso sí lo puedes controlar tú. Si hiciste deporte durante toda tu vida, tal vez tus nietos puedan dar caminatas por el bosque contigo, porque la sarcopenia no acabó con tu movilidad antes de tiempo. Imaginemos a dos personas que mueren ambas a los 80 años, una sedentaria y otra activa. El activo pudo jugar al fútbol con sus nietos, el pasivo desde apenas los 60, ya tenía dolores de espalda, niño yo no puedo correr, que si la rodilla… ¿Murieron igual de viejos? Sí. ¿Vivieron lo mismo? No.

Igual el fumador. Dos mujeres, una fumadora toda la vida y otra nunca ni siquiera pasiva. Ambas mueren a los 85 años. La fumadora llevaba seis años sin subir apenas a las plantas superiores de su vivienda: ¿la razón? Sus pulmones no le daban para el ejercicio de subir escaleras con edad avanzada. Se asfixiaba. La no fumadora, se ocupaba de regar sus plantas, exploraba a diario toda su vivienda, salía y hacía vida social… caminaba despacito, pero no se ahogaba. ¿Murieron a la vez? Sí. ¿Le granjearon sus hábitos más años de vida? No. ¿Hubo más vida en sus mismos años? Sí.

Si usamos la muerte para validar o no lo que hacemos en la vida, entonces ¿a qué viene esa obsesión por ganar más dinero? ¿A qué esa obsesión por un coche más caro o una casa más grande? ¿Por qué querer que tus hijos prosperen? Si te vas a morir igual, rico que pobre, cochazo que coche, hijos prósperos o paupérrimos… No. Es demasiado pueril, procrastinado y pusilánime justificar la pereza propia y la no asunción de responsabilidades para con uno mismo amparándose en la muerte.

No haces deporte para ser inmortal, ni siquiera para morir más tarde, sino para oxidarte más tarde. Ningunear la vida saludable, la ausencia del tabaco, el comer sano y con moderación, el hacer ejercicio… a cuenta de que ninguna de estas prácticas te dará la inmortalidad es una perversión del lenguaje.

La muerte no está ahí para desarmar la utilidad de todo lo que emprendamos. La muerte está ahí para que aprovechemos el tiempo en el mejor uso de nuestra razón.

Así que cuñados del mundo, no reduzcamos al absurdo de la muerte la conversación. Es una falacia.

Lectura de Apoyo

EL PODER DE LOS HÁBITOS

SI EL TEMA DE LOS HÁBITOS TE RONDA LA CABEZA CON DEMASIADA FRECUENCIA DEBERÍAS PLANTEARTE LA LECTURA DE ESTE TEXTO. TE DA BUENAS PISTAS DE QUÉ PAUTAS SEGUIR PARA DESARROLLAR BUENOS HÁBITOS, MODIFICAR ALGUNOS NO TAN BUENOS… Y TE DA LA PISTA DE POR QUÉ SON TAN CRUCIALES

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